Dicen que cada español llevamos dentro un seleccionador de fútbol, que todos sabemos cómo haríamos funcionar a “la Roja” salvo el propio seleccionador que no tiene ni idea. Mala suerte que de 47 millones de españoles pongamos de “encargao” de la selección al único incapaz. Lo mismo nos está pasando en estas semanas con el COVID-19, ya casi todos los creadores de opinión sabían lo que iba a pasar y, no nos engañemos, cada uno de ellos lleva dentro un virólogo, un intensivista y, por supuesto, un médico de urgencias. En cuestión de semanas, los “opinadores” han pasado de hablar sobre el desafío independentista catalán o de Ábalos y la de Venezuela, a hablar de los efectos negativos de la pandemia que estamos sufriendo. Aquí pasamos de una cosa a otra como quien se ducha por las mañanas. ¿Hoy qué toca?, ¿coronavirus?, pues coronavirus, ¿sentencia de la manada?, pues penalista, ¿efectos negativos sobre la economía de la pandemia?, pues nos convertimos en catedráticos sobre crisis económicas estructurales. Así vamos.
El problema es que esta ligereza se transmite también a nuestros gobernantes. Las mascarillas son un ejemplo, las mascarillas han pasado de ser totalmente innecesarias a empezar, en el día de hoy, a entregarlas en el transporte público de las grandes ciudades. No es serio. Yo puedo llegar a entender que al gobierno de España le haya pillado esto con el pie cambiado, sinceramente, puedo llegar a entenderlo, pero lo que no entiendo es que, una vez superada la fase de impacto, no transmitan seguridad en casi nada de lo que dicen ni en casi nada de lo que hacen. Desde hace dos semanas, se sabía que hoy volvía al trabajo los sectores “no esenciales” y tuvo que ser poco antes de la medianoche de ayer cuando el BOE publicó una normativa para algunos de los que tenían que trabajar esta misma mañana. De verdad, esperpéntico, surrealista y bochornoso.
Y en medio de este maremágnum tenemos el lío que se monta en redes sociales o en mensajería instantánea. Que si whatsup nos censura, que si nos monitorizan, que si los “fakes” y, mientras, todo el mundo mandando de todo, compartiendo de todo, porque la gente está en sus casas aburridos, cabreados y necesitan, necesitamos, canalizar la energía negativa que nos genera esta situación. Ya no sabes lo que es verdad o lo que es mentira. El problema es que como la realidad está superando ampliamente a la ficción ya casi nos los creemos todo. Ayer veía a unas enfermeras del Hospital vestidas con sacos de material agrícola y pensaba que era mentira, ¿cómo podía ser eso verdad?, pues era verdad y el problema es que las cosas que están pasando son tan graves y tan imprevisibles que como mañana digan que nos quieren quitar las viviendas desocupadas, nos lo vamos a terminar creyendo. Ya veréis.
Paciencia y mucho cuidado.